Turbulencias en el vuelo. Un sinfín de vaivenes que cortan el aliento. Aterrizamos en Madrid bajo la amenaza de una tormenta perfecta. Tras las puertas, una tarde cubierta y helada. Me abandono al lecho blanco, con el cerebro suspendido entre las sienes y el estomago encogido. Bocinas, crujidos, zumbidos. Imposible relajarse. Al levantarme los muebles giran en ondas marinas. Aferro la cabeza con el almohadón y cierro los ojos para alejar el fantasma de la nausea. Le pido a Nataliya que baje la persiana y ponga algo de música.
Una melodía se abre paso entre una gama de acordes continuos, como una voz de soprano recorriendo libremente un aria. El sonido limpio de un piano. La sonoridad cromática de la música romántica. Chopin, sin duda. La melodía dibuja arabescos entre notas empastadas. El milagro del maestro de rescatar el arpa escondida en el piano. Luego desciende y se apoya en una nota media antes de volver a la tónica, recorriendo un vuelo lento con la calidez de una pluma dorada. El virtuosismo de Chopin interpretado por María João Pires, su gran intérprete.
El Nocturno en Re bemol. París, ciudad brillante, el segundo hogar del compositor polaco. 1836. Las clases, los conciertos, el reencuentro con la joven María en el estío. La melodía se multiplica en grupos de notas que revolotean sobre los acordes ascendiendo de escala. La vitalidad de Chopin en una tregua a la enfermedad que le arrancó el aliento. Qué bien describe el piano las sensaciones de esta tarde perdida entre sábanas. La inquietud, el ahogo en una espiral de presentimientos, la rabia. Los acordes se apresuran, el canto se realza con fuerza de martillos. Y tras el estallido, la calma. Al borde del quiebro, los acordes se reconcilian con la melodía y retornan al re bemol.
Paso la tarde con los Nocturnos de Chopin, el niño de Zelazowa Wola que interpretaba mazurcas con tres años. Un genio destinado a engrandecer el piano, ese instrumento al que dedico una vida corta e intensa. Imagino al joven compositor vistiendo su frac avellana en el piano de la sala, rescatado del silencio de los principiantes. El rostro marcado por una tristeza plateada, los dedos ondulando sentimientos sobre las teclas. Y en algún momento, entre compases y arpegios, reencuentro mi lugar en el espacio y el tiempo.
James Abbot Mcneill Whistler
Nocturno azul y plata.- Chelsea 1871 © Tate
Celebración del bicentenario del nacimiento de Fryderyk Chopin. (Zelazowa Pola, Polonia, 1 de marzo de 1810- París, 17 de octubre de 1849)
Un relato muy melancólico, al igual que la música de Chopin y la pintura que encajan a la perfección en la atmósfera creada.
Un saludo
By: annefatosme on 03/03/2010
at 10:13
Una evocación en su onomástica. Me ha gustado recuperar los compases de este piano privilegiado.
Un saludo
By: Concha Huerta on 03/03/2010
at 11:23
Estupenda visión de la obra de un genio. Este verano descansé en el parque de Varsovia cerca de su monumento, aunque no me gustó la estatua se respiraba un ambiente que te llevaba a tararear sus melodias. Por la noche un concierto con algunas de sus composiciones en la Ciudad vieja. Fue uno de mis mejores recuerdos del viaje.
Coincido con Anne.
Salut
By: micromios on 03/03/2010
at 11:05
Que suerte haber podido disfrutar de los paisajes natales del compositor. Aquellos que tanto le influyeron en sus primeros años en Polonia. Un viaje que un amante del piano no puede postponer. Quiza este sea el mejor año para disfrutarlo. Gracias por tus palabras. Me alegro que mi relato te haya traido buenos recuerdos.
Un saludo
By: Concha Huerta on 03/03/2010
at 11:27
Al igual que tú… mi vuelo hasta Madrid, me deslizo por nubes de agua, sin violencia, no tenía tu música, esa otra manera de mirar los vapores.
Me gusta mucho como escribes, las notas se dejan sentir. «Una melodía se abre paso entre una gama de acordes continuos, como una voz de soprano recorriendo libremente un aria»… y te cito, pues no hay otra manera de transmitir en la piel la música, el color detrás de las notas. Un abrazo.
Carlos R. L.
By: RAB on 03/03/2010
at 11:35
Te agradezco tus palabras siempre sabias. Un lujo tener lectores tan bien dispuestos. Un saludo
By: Concha Huerta on 03/03/2010
at 12:12
Extraordinario relato, extraordinario nocturno del precoz genio polaco , extraordinaria interpretación de Pires, que decir de Chopín, sus nocturnos rozan lo sobrenatural..
Enhorabuena por el relato !
Carmelo
By: RAB on 03/03/2010
at 12:06
Cuanto me alegra que te haya gustado tanto. A ti que realmente comprendes el lenguaje de la música. Un saludo
By: Concha Huerta on 03/03/2010
at 12:13
La tormenta perfecta superada con Chopin. ¡Qué contraste entre la vida y el arte! Precioso.
By: Esther on 03/03/2010
at 12:25
Dos fuerzas de la naturaleza, dos polos opuestos. Tan lejanos, tan cercanos. Gracias por pasarte Esther. Un saludo
By: Concha Huerta on 03/03/2010
at 13:09
Mais um texto muito bem escrito. Continuo a pensar que já é tempo de mais altos voos.
Chopin. Um homem marcado pela doença mas onde não vejo o homem abatido (veja-se a sua permanente atitude com as mulheres ou , por exemplo, o seu prazer com festas de sociedade e o seu quê de snobismo. Mas uma alma romantica, sem duvida, que pode levar-nos a sê-lo mais que a sua musica. E è aqui que M. Joâo Pires è grande: ela sabe ir da beleza pura, á contençâo total do sentimento, onde » contençâo» quer dizer fruir.
Ouvir Lipatti e Pollini.
Que bom reencontrar » mi lugar en el espacio y el tiempo».
By: xico on 05/03/2010
at 12:57
Gracias. Ya estoy inmersa en un proyecto más extendido. De todos modos, me gusta meditar sobre los estímulos que me rodean y poder compartirlos con los que me acompañan en el vuelo.
Un abrazo
By: Concha Huerta on 05/03/2010
at 14:28
Concha hoy domingo disfruto de tu compañia , bella musica,una espirituosa cerveza indio y ricos cacahuates en breña,gracias
By: betho on 22/03/2010
at 1:12
Me alegra de que la música escondida en estas letras te acompañe. Un saludo y gracias por pasarte.
By: Concha Huerta on 22/03/2010
at 10:19
Precioso. Gracias.
By: M on 28/04/2010
at 23:59
Gracias a tí por pasarte.
By: Concha Huerta on 29/04/2010
at 6:08