Posteado por: Concha Huerta | 11/09/2017

En Canterbury

Llegamos a Canterbury en el tren de las 11. El tiempo justo de dejar las maletas en el hotel y adentrarnos por las callejuelas del centro. Caminamos por St George entre fachadas históricas. Las del Museo Real con sus paredes de grava, otras con ladrillos como escamas, típicos de la zona, o blancas rodeadas de maderos como The Old Weavers junto al canal que data de 1500. Tras las Westgate Towers (torres del oeste), única construcción medieval que se conserva en el centro, el río Stout serpentea tranquilo.

Una parada en el Café du Soleil donde almorzamos. Cocina al horno de leña con influencia mediterránea. Comenzamos con un entrante especialidad de la casa, mousse, paté y pechuga ahumada de pato. Delicioso. Luego una pizza hecha en el horno de la casa. Muy fina y crujiente. Terminamos con fruta de verano horneada. Un almuerzo sano y ligero. Llama la atención la cantidad de restaurantes de comida natural, vegana y sin gluten de Canterbury.

A la salida nos acercamos a los jardines del Westgate, las plantas resplandecen con la llovizna. Este año ganaron el concurso de mejores jardines de la zona. Dalias, margaritas, lilas, amapolas en un popurrí en apariencia descuidado que resaltan entre arcos medievales. Realmente bello.

Volvemos hacia la puerta de acceso a la catedral, construida en 1502 memoria del hijo del rey Enrique VII. Ya en el recinto encontramos que el imponente edificio, construido entre el s. XI y el XVI, está siendo restaurado. Un sinfín de andamios cubren laterales y las bóvedas. Cuesta imaginar que pudieran construirla con tan limitados medios en la aquellos siglos.

El interior sobrecoge. Las altísimas columnas coronadas de arcos, unos de los más bellos ejemplos del gótico británico, entre vidrieras brillantes que dejan pasar una luz tenue que invita al recogimiento. En una capilla lateral, el “altar del martirio” marca el lugar donde Tomás Becket fue decapitado por los caballeros del rey Enrique II. Durante siglos los peregrinos se acercaron a honrar sus reliquias y con sus limosnas contribuyeron a restaurar el edificio. En la actualidad el Arzobispo de Canterbury es la cabeza de la Iglesia Anglicana.

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