Posteado por: Concha Huerta | 23/01/2017

Enero, frío, gripe

Tras unos días fantásticos llenos de luz y paseos por la playa, llego la ola de frío a la costa y con ella el malestar y las gripes. Yo aguante bastante bien hasta la semana pasada en que algún amigo o enemigo me regalo uno de esos virus que te dejan sin resuello. Al principio pensé que me había sentado mal la comida, nada que una dieta blanda no pudiera recuperar en un par de días. Al tercer día me di cuenta de que el cuerpo no me respondía. Apenas podía abandonar la cama ni mantener los parpados abiertos. Pase tres días en duermevela. Lo peor viajar en este estado. 55 minutos me parecieron una odisea y los pasillos de la T-4, infinitos. Por no hablar de los 3 grados de una ciudad que parecía un fantasma.

Estamos en invierno. Es normal es que haga frío. Pero a mí el frío no me va nada. Entré por la puerta y me fui directa a la cama. ¿Una noche? ¿Un día? Envuelta en el edredón las horas se difuminan. Sobrevivo a base de caldos y agua. Apenas puedo levantarme. El dolor de cabeza no me deja leer ni escuchar música.  Cierro los ojos y deseo que no me duela nada.

Esta tarde he conseguido levantarme, deshacer un poco la maleta y encender el ordenador. Se me agotaron las fuerzas. Ahora toca caldo de gallina y otra noche inmersa en un sueño profundo. A ver si mis defensas terminen ya con tanto intruso. Espero poder recuperar mis rutinas. Tengo una lista tan larga. Mañana o pasado mañana.

Desde aquí un recuerdo a todos aquellos que como yo han sido víctimas de esta gripe.

t-4

T-4.  Foto: C. Huerta


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