La casa cubierta de sábanas. Camino de vuelta al aeropuerto. No sé cuantas maletas preparé este año. A veces me parece que vivo como un transeúnte entre ciudades opuestas. Una cosmopolita, inundada de palacios de cristal y gentes sin aliento, otra resguardada de la brisa entre baldosines azules y amarillos y adoquines de piedra.
Los sonidos de la metrópoli se desvanecen hasta fundirse con la naturaleza, algún ladrido perdido, dos gaviotas alejándose en el horizonte. El aire limpio y húmedo restaura la piel agrietada por falta de sueño. A mediodía cita en la terraza del Albatroz. Limonada y un caipiriña. Despedidas. Nuestro último almuerzo juntas.
Vuelvo a casa bordeando la playa. El mar enciende sus aguas en la marea alta, los últimos rayos del sol se tiñen de naranja. Una esfera brillante asoma su rostro meláncólico entre cúmulos furtivos, por fin llegaron las lluvias. La última luna no pidiste verla perdida entre las nubes de Londres. Superluna de septiembre, algunos la llaman. Por un momento la luna me regala una sonrisa.
Foto: C. Huerta
Una luna cargada con la melancolía de el cierre de una temporada dulce. Saludos.
By: Ana Maria Cadavid on 10/09/2014
at 14:00
Justo lo que quería transmitir. Muchas gracias
By: Concha Huerta on 10/09/2014
at 22:14
Qué bien describes los momentos íntimos, de tu trajinar.!
Siempre te leo aunque no comente, porque es un placer hacerlo.
Hasta pronto.
By: Stella on 10/09/2014
at 19:56
Gracias Stella, que alegría contar con tu presencia. Un abrazo
By: Concha Huerta on 10/09/2014
at 22:14