Llegamos a un Madrid envuelto en viento y lluvia tras 9 horas de vuelo. Al salir del aeropuerto un golpe seco y frío nos recuerda que aquí estamos casi en invierno. Atrás quedaron las orquídeas, las pieles bronceadas, las aguas turquesas. Las mañanas sin agenda, las tardes paseando entre palmeras. Las vacaciones soñadas hace dos años.
Encuentro mi casa caliente, protegida tras semanas sin abrir ventanas ni puertas. Silencio. Crujir de maderas, tráfico. Los contornos familiares de la cocina me reconcilian con mis raíces. Aunque solo esté de paso hacia mi hogar británico. Abro las maletas, aireo bikinis y camisetas que ocuparán su lugar en una caja al fondo del armario.
6. pm, un té y galletas. Para mí la hora del desayuno. Cada vez que cuesta más recomponer los cambios de horario. Reviso el correo, las llamadas y mensajes. Voces amigas, familia y compañeros con los que últimamente tan poco me prodigo.
– Acabamos de llegar. El viaje muy bien, pero largo. En cuanto deshaga la maleta me paso y te doy un beso. En Miami, ¿te acuerdas? Al hotel donde íbamos con Manuel. Hace un siglo.
Cierro los ojos. Por un momento me parece escuchar las gaviotas sobrevolando la orilla y sentir la tibieza en los tobillos de las aguas cristalinas de Sunny Isles.
Foto: C. Huerta
Como sempre bonito e bem escrito, bjs de saudades
By: Maria Filomena Ferro on 17/04/2016
at 20:51
Como sempre bem escrito e bonito
By: Maria Filomena Ferro on 17/04/2016
at 20:52