Mañana soleada. Sigo los carteles que adornan las farolas de la Castellana con la imagen de una Audrey Hepburn adolescente vuelta de espaldas. Cuanta vida desprende esa sonrisa. En la entrada del Thyssen unas banderolas anuncian la exposición del diseñador Givenchy recién inaugurada, modista icónico que expone su arte en estas salas.
Nada más entrar descubrimos la Camisa Bettina con la que asombró a la Alta Costura en 1952 al utilizar algodón de camisa de caballero adornado con encaje ingles en las mangas abullonadas, influencia de Balenciaga, su maestro y mecenas. Con ella comenzaría una historia inundada de hitos, como la presentación de la primera línea de pret a porter de la Alta Costura en 1954, la creación del «vestido saco» en 1957 y la consagración del petitte robe noir en los sesenta.
Con su elegancia innata y su saber hacer, Givenchy seduce a las mujeres de la época y viste a primeras damas, princesas y actrices hasta que un día aparece en su estudio una joven alta y delgada que le pide un diseño para su próxima película, Sabrina, que obtendría el Oscar en 1954 al mejor vestuario. Desde entonces Givenchy se hará cargo de la imagen de Audrey Hepburn. “La ropa de Givenchy es la única con la que me siento yo misma. Es más que un diseñador, es un creador de personalidad” (Audrey Hepburn).
Qué maravilla descubrir el vestido de encaje de Cómo atrapar a un ladrón y el de Desayuno con Diamantes, quizá uno de los más famosos de la historia del cine. Me llama la atención lo estrecho que es, Audrey debía de ser delgadísima. Me parece estar viéndola acercarse al escaparate de Tiffany’s, con sus pasos cortos, el vestido es muy estrecho, con el cuello envuelto en perlas y el café humeante. Una imagen única.
También me impresiona el conjunto que Givenchy diseñó en 1961 para Jaqueline Kennedy en su visita a Francia. Un abrigo en satén crudo sobre vestido bordado con flores barrocas, el arte siempre ha sido una inspiración del artista. Un acierto de la exposición enfrentar sus diseños a distintas obras de arte de la colección Thyssen que muestran está clara influencia.
Los diseños nos llenan de asombro. Qué elegante el vestido túnica en organza azul marino (1982) o el satén champan con bordados de rafia (1980). Atrevidos el de coctel corto en crepe y plumas negras (1968) y el de terciopelo negro con volantes de 1987. Impresionantes los bordados de la chaqueta patchwork de 1985 que recuerda a un cuadro de Delauny o el corpiño del vestido de novia rosa pálido de 1992. Por ellos no pasa el tiempo.
En la salida, tras la sala de los vestidos de novia, un espacio para los complementos siempre tan importantes en las colecciones del diseñador francés. Me entusiasma una pamela de plumas rojas, exquisita.
Fotos: C. Huerta
Terminamos la visita adquiriendo algunos recuerdos en la tienda, unos lápices estampados con cinta métrica y unas postales de los vestidos que diseñó Givenchy para Audrey. Una de mis actrices favoritas. Recomiendo esta visita a los amantes de la Alta Costura, el arte, la elegancia y el cine. Una de las exposiciones imprescindibles del otoño madrileño.
Hubert de Givenchy en su Atelier. 1960.
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