Los últimos rayos del crepúsculo tiñen de ámbar los azulejos de las fachadas centenarias que bordean el estuario. Testigos privilegiados de afanes de conquista, con sus puertas estrechas y balcones rasgados por manos aferradas a la espera. Tras el empedrado azul y blanco, discurren las aguas revueltas del ancho cauce que en primavera trasporta aromas de fresas y cerezos y en otoño briznas de alcornoques que se desvanecen en las corrientes profundas y frías del océano.
El señor Bernardo asciende con dificultad la acera empinada. El calor y la humedad comienzan a ceder en el ocaso avivando sus pasos cortos. A los lados escaparates abigarrados de libros viejos, zapatos de salón y sastres. Más arriba, marcas extranjeras en fachadas brillantes construidas tras el incendio. La calle desemboca en una plaza con un olmo quebrado y una terraza inundada de aromas de café y especias.
Hay en Lisboa unos pocos restaurantes o casas de comidas en los que, encima de una tienda con hechuras de taberna decente, se alza un entresuelo que tiene el aspecto casero y pesado de un restaurante de ciudad pequeña sin tren. En esos entresuelos poco visitados, excepto los domingos, es frecuente encontrar tipos curiosos, caras sin interés, una serie de apartes en la vida. (Fernando Pessoa. Libro del Desasosiego).
El señor Bernardo se deja caer en una silla de enea, se descubre la cabeza y retira el sudor de la coronilla con un pañuelo de lino. Un camarero le saluda con una bica y dos pasteis de nata. Él bebe a sorbos buscando entre ojos desconocidos el rostro de alguno de sus compañeros ausentes. Abre un cuaderno de tapas negras y se abandona a sus memorias.
Envidio – pero no sé si envidio- a aquellos de quienes se puede escribir una biografía, o que pueden escribir la propia. En estas impresiones sin nexo, ni deseo de nexo, narro indiferentemente mi biografía sin hechos, mi historia sin vida. Son mis Confesiones, y, si nada digo en ellas, es que no tengo nada que decir.
La noche se cierra sobre la ciudad y el bullicio de hombres y coches se desvanece. Una guitarra acompaña un canto desgarrado que se pierde en la brisa del mar hacia el horizonte. Las estrellas titilan sobre colinas abigarradas de sombras y se funden con millares de hilos incandescentes de la estructura de acero que une la ciudad a su destino. El eco de un gallo solitario, perdido en un patio de vecinos, quiebra de cuando en cuando el silencio de la madrugada.
Notas: bica, café de aroma intenso; pasteis de nata, hojaldre reyeno de crema típico de Lisboa.
Tras los pasos de Bernardo Soares, alter ego de Fernando Pessoa . Libro del Desasosiego. Traducción y edición de Ángel Crespo. Editorial Seix Barral. Barcelona 2.008. 425 págs.
Un amiga muy querida viajó hace muchos años a Lisboa y entre sus anécdotas de viajera, me dejó la sensación de olvido y sopor que me ha quedado con el tuyo. Sólo interrumpido por el gallo.
Fascinada como de costumbre, me declaro, señora Flautista.
Un abrazo
By: chrieseli on 29/03/2010
at 16:33
Que alegría encontarme con este comentario. Tus palabras aligeran cada uno de mis esfuyerzos. Muchas gracias y un saludo desde Portugal
By: Concha Huerta on 29/03/2010
at 17:57
Precioso texto, exquisita cena, bonito puente. Un saludo.
By: letrasdeagua on 29/03/2010
at 18:17
Bellas palabras. Un saludo desde la capital de la nostalgia.
By: Concha Huerta on 29/03/2010
at 18:50
Dan ganas de ir a Lisboa pero sobre todo de coger un libro de Pessoa y leerlo bebiendo una bica.
Salut
PD: yo estoy releyendo Sostiene Pereira de Tabucci Lisboa crea un hilo tu texto y mi libro.
By: micromios on 30/03/2010
at 9:30
Curioso que estemos inmersas en esta ciudad tan nostálgica. Un saludo
By: Concha Huerta on 30/03/2010
at 10:22
Pessoa y Saramago, Saramago y Pessoa, Lisboa abierta al mundo, subiendo y bajando por sus calles estrechas subiendo y bajando, sus tranvías y sus rincones más bellos. No puedo evitar relacionar los condimentos en este plato combinado, sin obviar que estuve en la ciudad hace e46sr2dfg70hj años.
Enamorado de su gente, de sus revoluciones de claveles, de sus muelles.
Lisboa es una ciudad eterna, calurosa, anclado a un pasado histórico. Es un viaje por el tiempo.
Y ante todo, una percepción personal.
Un abrazo
Edu
By: eduard on 30/03/2010
at 10:51
Me encanta este recuerdo tan personal que nos brindas de tu paso por mi segunda casa. Cuando vengo a Lisboa es como si hiciera un viaje en el tiempo. La vida aqui es más pausada mas autentica.
Saludos.
By: Concha Huerta on 30/03/2010
at 11:02
Recuerdo Lisboa como una ciudad de contrastes, muy bien reflejados con la juxtaposición del canto del gallo y del puente, decadente y llena de encanto, y con cuestas muy empinadas! Con tu relato he vuelto a sentir todo esto de nuevo.
Un saludo
By: annefatosme on 30/03/2010
at 11:12
Cuanto me alegra. Nosotras llegamos de noche. El avión volando rasante sobre las azoteas iluminadas, los gallos anticipando la madrugada. Me pregunto donde se esconderan esas aves orgullosas, el icono de este país vecino.
Un saludo
By: Concha Huerta on 30/03/2010
at 11:25
Hermoso, dan ganas por igual de visitar Lisboa y de leer a Pessoa.
By: fanou on 31/03/2010
at 15:57
Cuanto me alegro. Si tienes ocasión ánimo.
Un saludo
By: Concha Huerta on 31/03/2010
at 17:25
Concha. Esto del gallo tiene su punto. Merece investigación. Un sonriente saludo.
By: letrasdeagua on 01/04/2010
at 11:30
Que hermoso es viajar contigo Concha. Una aprende, disfruta, sintiendo cada calle empedrada y estrecha, con sus gentes y sus costumbres.
Desde que te conozco la geografía se me ha ido ofreciendo en el tranvía de tus palabras.
Un abrazo cariñoso.
By: pipermenta on 17/08/2010
at 19:09
Que frase tan bella la que me regalas en tu comentario: «la geografía se me ha ido ofreciendo en el tranvia de tus palabras». Da gusto encontrar tesoros como estos. Un saludo
By: Concha Huerta on 17/08/2010
at 20:13
Leyendo tus palabras he revivido mis viajes a la bella y enigmática Lisboa.
Nuestro incómodo caminar por sus calles empedradas, la visita a los cafés, las palabras de Pessoa y los acordes de un nostálgico fado reverberando en sus siete colinas.
Lisboa antigua y remota, llena de encanto y belleza… como decía aquélla bella canción.
Un abrazo Concha, escribes de maravilla.
By: mercedesmolinero on 10/03/2012
at 1:35