Clínica Ruber, 8.30 am. Una enfermera me tiende dos vasos de plástico. Me dejo caer en un asiento prefabricado amarrado al suelo blanco. En la fila de la izquierda una joven rubia con el pelo estirado en coleta estudia unos apuntes. En la de enfrente un hombre con cabello blanco y bigote revisa una carpeta negra.
It must have been love… la música ochentera se entrelaza con el silencio de la espera. Todos esperan. La joven al compañero perdido entre escalpelos y vendas, el hombre a internarse en el dominio de las máquinas, la recepcionista a que den las once para salir por un café y un pitillo.
– Vaya paseo Anunciación, ¿a que no se esperaba usted esto?- Una mujer robusta empuja una cama ergonómica de la que sobresale un rostro consumido y unos nudillos que aferran el borde de la sábana. La anciana no responde y la cama desaparece tras la puerta bajo un piloto verde.
9.30. Silencio. Me cuesta respirar los vapores ácidos que desprenden las baldosas brillantes. Trato de concentrarme en el libro abierto que me acompaña esta mañana en la que el tiempo se ha detenido congelado.
-Es usted amigo de Yvonne?-
Se llamaba Yvonne, pues. Pero ¿y el apellido? Se me ha olvidado. Así que basta con doce años para que se nos olviden los datos de las personas que han tenido importancia en nuestras vidas.
Las palabras poco a poco se instalan en mi mente y me trasladan a una villa a orillas del lago Leman, alejándome con su hechizo de aquella espera condensada media hora, una hora, otra media hora.
Cuando el sol calentaba demasiado entrabamos un momento. Penumbra. Un charco de luz en el umbral. Flotaba un leve olor a moho al que habíamos acabado por acostumbrarnos.
-Agustín Sánchez- proclama la enfermera que se ha materializado en la sala improvisada entre los ascensores y la escalera.
El hombre canoso se alza de un salto y se pierde tras las puertas de quirófano. Una pareja conversa de pie frente a una mujer de cuyas piernas dobladas sobresale un bastón negro. Siento un golpe de aire frío. Me doy cuenta de que llevo hora y media sentada bajo la salida del aire acondicionado. Recojo mis cosas sobre el regazo y me arrastro de asiento en asiento hasta el final de la fila.
Flotábamos. Hacíamos ademanes infinitamente lentos y, cuando cambiábamos de sitio, era centímetro a centímetro. Reptando. Un movimiento brusco habría desbaratado el encantamiento. (Patrick Modiano. Villa Triste)
Punzadas en el estómago. Los isótopos diluidos con anises están alcanzando su destino. Las 10.30 y aún nadie ha pronunciado mi nombre.
Villa Triste. De Patrick Modiano. Traducción de María Teresa Gallego Urrutia. Editorial Anagrama. Barcelona 2009. 191 págs.
Una espera aséptica como una sala de hospital, tan larga que se cuela el frío en los huesos. Dan ganas de cambiar de sitio como lo hace la protagonista. Me ha entrado desazón al leerte.
Un abrazo,
By: annefatosme on 04/10/2010
at 15:08
El sentimiento magníficamente retratado en la novela de Modiano, un libro que publico en el 75 recientemente traducido al español. Mas vale tarde que nunca. Un saludo
By: Concha Huerta on 04/10/2010
at 17:38
Sí, angustia y miedo, es lo que consigues transmitir. A mí tampoco me gustan los hospitales. He sentido ganas de salir corriendo. ¿Era ése el objetivo? Un abrazo.
By: estherzorrozua on 04/10/2010
at 15:35
Desde luego. Entraren un hospital es perder la consideración de persona y transformarse en una cosa llamada paciente al que se puede vapulear sin trascendencia. Mejor no pisarlos…
By: Concha Huerta on 04/10/2010
at 17:40
Como dice Anne, una espera ascéptica, como el estilo del texto, muy bueno. A mí me generó distancia y al mismo tiempo complicidad.
Saludos, Concha!
By: MX on 04/10/2010
at 16:00
Distancia la que el narrador quiere interponer abstrayéndose de la situación como un cronista. Complicidad, bueno eso ya depende de cada uno. Me alegro que te gustara.
By: Concha Huerta on 04/10/2010
at 17:41
Las salas de espera de los hospitales son un escenario de las flaquezas humanas. Mucho de lo cual trasmite Modiano en sus novelas, sobre todo en aquellas que llevan un tinte autobiográfico. saludos
By: minicarver on 04/10/2010
at 18:05
Flaquezas y naturalezas muertas enmarcadas en luz y lejía. Un entorno único. Saludos
By: Concha Huerta on 04/10/2010
at 21:58
Siempre tienen ese toque de abandono y de tristeza las antesalas en los hospitales. Siempre tienen sabor a amargura, a dolor, a dejación, a partida, a dolor.
Un gran abrazo y que se despeje ese cielo encapotado de otoño.
By: chrieseli on 04/10/2010
at 20:52
El temor ante la incertidumbre que transforma cada molécula. Un saludo
By: Concha Huerta on 04/10/2010
at 21:59
Tendría que decir que es un a estupenda puesta en escena, sientes el ambiente, la desazón e incluso la molestia de un aire acondicionado demasiado alto.
Salut
Me apunto el libro
By: micromios on 04/10/2010
at 20:58
La antesala de un drama quizá… Buena idea. Un saludo
By: Concha Huerta on 04/10/2010
at 22:00
Es un lugar repleto de esculturas humanas desvaneciendose, que solo despiertan al oir un nombre, que parece no ser nunca el suyo…
By: Juanma Blazquez on 05/10/2010
at 10:34
Esculturas humanas desvaneciéndose… que bien describes la sensación que quería transmitir con el texto. Un saludo
By: Concha Huerta on 05/10/2010
at 11:29
Los hospitales siempre tienen múltiples lecturas, según en calidad de que se esté en ellos, consulta médica, ingresado, visita, acompañante… Pero simpre hay una misma sensación, la de estar de paso, la de un mundo no habitual y extraño del que únicamente se quiere salir.
Me apunto el libro, que no he leído.
Un saludo.
By: Ernesto on 05/10/2010
at 13:28
Parece en efecto que el hospital seo un mundo a parte en el que se sabe cuando se entra pero se desconoce cuando y como se sale. Y la novela de Modiano, Villa Triste me cautivo desde la primera página. La verdad es que me confieso admiradora de este autor francés. Ahora tengo en una pila sobre la mesa El Horizonte, su última novela esperando su turno. Un saludo
By: Concha Huerta on 05/10/2010
at 14:17
Una de las cosas más horrorosas para mí de los hospitales es ese olor al que haces referencia en uno de tus comentarios. El olor a lejía. De pequeña me llevaron a ver a mi bisabuela. Los olores de los ancianos se entremezclaban entre los orines y la lejía. Desde entonces me pone mala aspirar ese nauseabundo olor.
El que queda secuestrado en un hospital, tiene la sensación del preso. Queda aislado del mundo y lo cotidiano se vuelve necesario.
Un texto con mucha, mucha «miga»
Un abrazote.
By: pipermenta on 05/10/2010
at 19:10
La verdad es que los hospitales estan cargados de sensaciones que nos hacen asociar olores con momentos difíciles. No se que es peor, los olores a enfermedad o el exceso de limpieza… Un saludo
By: Concha Huerta on 06/10/2010
at 16:51
Una aterradora distancia que pasa lenta como las esperas. Siempre creí que el rechazo masivo a los hospitales es porque ahí dentro comprobamos lo frágiles y dependientes que somos. Saludos!
By: Claudia Ibañez on 06/10/2010
at 22:29
El miedo a la enfermedad es algo atávico. Toda nuestra entereza se puede quebrar ante un mal adjetivo pronunciado por un médico. Un saludo
By: Concha Huerta on 07/10/2010
at 14:48
Concha
Como sabes gosto muito de Modiano mas não o teria escolhido para ler numa sala de espera de um hospital… De resto muito bem descrito o ambiente nestas tuas linhas. O ambiente , a tensão da espera, o cinzento que nivela as pessoas.
Outro assunto; tenho estado a ler os contos de John Cheever e tenho gostado imenso. Conheces ?
um abraço
By: xico on 08/10/2010
at 16:08
Me alegra que te haya gustado la descripción de la tensión de la espera. Las frases del libro de Modiano eran para realzarlo. Que casualidad que también estoy leyendo y disfrutando los cuentos de Cheever. Un saludo
By: Concha Huerta on 08/10/2010
at 17:09
Concha, me encantaría tener el don de la palabra como alguno de tus bloguistas para decirte poeticamente, que estoy llorando como una marrana triste!. Tu experiencia me remontó a el tiempo de quimio y de gran impotencia que lo tenía muy guardadito en un recóndito lugar de mi cerebro. Y la sonrrisa con que mi padre aguantaba todo, Concha, que huachada que bien escribís!!!
By: Poppy Miles on 12/10/2010
at 11:00
Me emociona que hayas podido sacar un poco de esa furia que el cuerpo guarda cuando se ha visto atacado en sus fundamentos. Y solo con unas palabras. Para los que se han enfrentado con la parca los hospitales tienen una connotación única. Cuanto me alegra saber que la venciste. Un abrazo
By: Concha Huerta on 12/10/2010
at 11:37
Se percibe la frialdad del ambiente, las luces, el emtal, el frío, el silencio. huele a numeros, computadoras y a indiferencia…
By: rubengarcia on 16/10/2010
at 2:42
Que bien resumes las sensaciones que quería transmitir con este texto. Un saludo
By: Concha Huerta on 16/10/2010
at 14:27