Los últimos rayos del crepúsculo tiñen de ámbar los azulejos de las fachadas centenarias que bordean el estuario. Testigos privilegiados de afanes de conquista, con sus puertas estrechas y balcones rasgados por manos aferradas a la espera. Tras el empedrado azul y blanco, discurren las aguas revueltas del ancho río que en primavera trasporta aromas de fresas y cerezos y en otoño briznas de alcornoques que se desvanecen en las corrientes profundas y frías del océano.
El señor Bernardo asciende con dificultad la acera empinada. El calor y la humedad comienzan a ceder en el ocaso avivando sus pasos cortos. A los lados escaparates abigarrados de libros viejos, zapatos de salón y sastres. Mas arriba, marcas extranjeras en fachadas brillantes construidas tras el incendio. La calle desemboca en una plaza con un olmo quebrado y una terraza inundada de aromas de café y especias.
El señor Bernardo se deja caer en una silla de enea, se descubre la cabeza y retira el sudor de la coronilla con un pañuelo de lino. Un camarero le saluda con una bica y un pastel de nata. Él bebe a sorbos buscando entre ojos desconocidos el rostro de alguno de sus compañeros ausentes. Abre un cuaderno de tapas negras y se abandona a sus memorias.
La noche se cierra sobre la ciudad y el bullicio de coches y hombres se desvanece. Una guitarra acompaña un canto desgarrado que se pierde en la brisa del mar hacia el horizonte. Las estrellas titilan sobre colinas abigarradas de sombras y se funden con millares de bombillas en la estructura de acero que une la ciudad a su destino. El eco de un gallo solitario, perdido en un patio de vecinos, quiebra de cuando en cuando el silencio de la madrugada.
Puente de 25 de Abril. Lisboa. Foto: D. Correia
Homenaje a Bernardo Soares, alter ego de Fernando Pessoa en el «Libro del Desasosiego» una de las obras maestras del siglo xx.
Notas: bica, café de aroma intenso; pastel de nata, hojaldre reyeno de crema típico de Lisboa.
Great poetisa….
Beth.
By: respuestas al blog on 21/09/2009
at 23:42