Cascáis, julio. Paso la semana con unas fiebres de verano entre la butaca y la cama. Aprovecho para leer Primera Memoria de Ana María Matute. Mi particular homenaje a la gran escritora que dejó vacío el sillón K de la Academia el pasado 25 de junio. Con la Guerra Civil como telón de fondo, la novela narra el paso de la infancia a la pubertad de Matía una muchacha desarraigada y su primo Borja, manipulador y soberbio, en la casa de su abuela en una isla balear.
Borja tenía quince años y yo catorce, y estábamos allí a la fuerza. Nuestras vacaciones se vieron sorprendidas por una guerra que aparecía fantasmal, lejana y próxima a un tiempo quizás, más temida por invisible.
Los chicos deambulan entre las clases improvisadas de Lauro El Chino, el hijo de la sirvienta que estudió para cura y la exploración de la casona, habitada por la abuela y una tía y envuelta en una halo de opresión y desidia, y la aldea, donde se juntan con un grupo de chicos en bandos siempre en son de guerra.
Borja pudo entrar en las habitaciones del abuelo,- había en la casa una vaga y no confesada superstición, como si el alma de aquel hombre cruel flotase por sus tres habitaciones contiguas- trepando por un extremo de la balaustrada de la logia.
Matía va siempre con los chicos hecha una facha, ay niña, así no llevas camino, le repetía la criada, te domaremos, le dijo su abuela en cuanto llegó a la isla, rehuyendo se una feminidad diluida hasta que descubre a Manuel, el hijo mayor de una familia marcada por un “pecado”de pasado, que la sigue a todas partes.
Ahora no puedo recordar cuantas veces vi a Manuel; si de una a otra entrevista transcurrieron muchos días, o por el contrario, se sucedieron sin tregua. Puedo, en cambio, reconstruir exactamente el color de la tierra y de los árboles. Y en mi memoria, el olor del aire, la luz entrelazada de sombras sobre nuestras cabezas, las flores ya muriendo, y el pozo con su resonancia verde, a nuestro lado.
La voz de Matía envuelve mi duermevela y me traslada al calor sofocante del verano mediterráneo, a las frustraciones de una niña sin cariño, abandonada tras la muerte de su madre a la tutela de una mujer férrea y arisca. Una voz en la que me parece reconocer a la de la propia autora, que contaba 11 años cuando estalló la guerra. Y que junto con Primera Memoria nos ha regalado tantas obras únicas.
Primera Memoria. Ana María Matute. Premio Nadal 1959. Ed Austral. Barcelona 2011. 212 págs.
Yo empecé con «Primera Memoria» -heredé una primera edición- el mismo día de su fallecimiento y llevo ya mediada la tercera novela de la trilogía, «La trampa»: qué asombrosamente buena es esta escritora, qué atrevida, qué compleja su literatura, qué honda, qué sensible y qué dura a un tiempo. (Confío en que las fiebres hayan pasado). Un saludo.
By: Juan Herrezuelo on 28/07/2014
at 21:19
Totalmente de acuerdo contigo. Una Escritora con mayúsculas. Estoy deseando ponerme con las otras dos novelas. ya estoy mejor, gracias. Un saludo
By: Concha Huerta on 29/07/2014
at 10:44
Una de las mejores novela de A.M. Matute es quizás «Olvidado rey Gudú» (1996). Original porque en la literatura española contemporánea no abundan las narrativas épicas. Saludos. Javier
By: Javier Paniagua on 01/08/2014
at 11:14