Salgo a cumplir con mis obligaciones ciudadanas. Obligaciones y derechos. Votar es lo único que podemos hacer en democracia. Si lo pienso mucho me desanima pensar que mi voto se pierda en un océano de cifras. Prefiero pensar que se revuelve con sus compañeros para renovar las fuerzas políticas.
Dos ancianas se acercan a la acera. La más gruesa se para frente al bordillo apoyándose en un bastón de puño negro. La otra, menuda y encogida, la sigue en silencio. La gruesa da un traspié y pierde el equilibrio. Sin pensarlo me lanzo a ayudarla, la sujeto por el hombro y la alzo. La mujer me increpa airada. La otra se lamenta.
– Por Dios Josefina que yo ya no puedo contigo.
– Malnacida, para esto te acogí cuando te quedaste viuda. Te di techo y comida como le prometí a Demetrio que en paz descanse y ahora me pagas con tu insolencia.
– Ya te dijo don Anselmo que guardaras reposo.
– Ni don Anselmo ni el mismísimo diablo dictan mis pasos. No voy aquedarme en casa mientras el barrio se ahoga en miserias, que ya viví las de la guerra. Y usted joven suélteme que me hace daño.
Murmuro una disculpa y me alejo hacia el colegio. En la ultima esquina me vuelvo y observo sus pasos trágicos. Le indico al policía de la puerta que necesitan ayuda. Me dirijo a la mesa U y me coloco detrás de dos jóvenes. Observo las paredes cubiertas de espalderas, los letreros indicando las secciones, los rostros concentrados en nombres y números. A los quince minutos meto las papeletas en la urna y me despido. Me cruzo en la entrada con el agente del brazo de Josefina. La mujer le sonríe coqueta. Su hermana me lanza una mirada resignada.
– Si es lo que yo le digo, señor agente, que ya a nadie le importa que una sea cumplidora. Como si votar fuera tan fácil. Que yo de moza por no poder no podía ni levantarle la voz a padre. Y no crea usted que yo no era resuelta. La de enfermos que atendí tras la guerra. Y digo yo que mi voto contará como el de cualquiera.
Foto: C. Huerta
El voto de la anciana será un voto más, pero el tuyo debería ser muy especial, por como describes cualquier circunstancia de forma impecable.
Un abrazo
By: mercedesmolinero on 23/05/2011
at 9:47
Gracias Mercedes pero ya sabes cada voto un punto. Asi es la democracia. Saludos
By: Concha Huerta on 23/05/2011
at 17:07
Me divierte mucho tu anécdota inmediatamente imagino cientos de historias que se habrán producido ayer y que si tu hubieras asistido a todas ellas nos habrías deleitado con la crónica en clave de humor del 22M y tendríamos entretenimiento y diversión para rato. Un abrazo.
By: negra on 23/05/2011
at 11:51
Me parecio que despues de tanta tensión y malestar esta estampa era digna de contarse. Que no todos estamos a la última. Un saludo
By: Concha Huerta on 23/05/2011
at 17:09
¡Qué bueno lo de Josefina!
En mi caso, fue más rápido; apenas llegó a un minuto, estaban a punto de cerrar el colegio electoral.
By: zambullida on 23/05/2011
at 15:11
Suerte aunque a mi me dio tiempo a eleborar un relato, mental claro. Saludos
By: Concha Huerta on 23/05/2011
at 17:09
Josefina me recuerda tanto a tantas ancianas de Buenos Aires, cercanas y ajenas. Un abrazo desde aquí!
By: María on 23/05/2011
at 16:36
Es que mujeres de edad, como se llamaba a su mismi Josefina, las hay en todas partes. Lo que habrán vivido. Un saludo
By: Concha Huerta on 23/05/2011
at 17:10
Muy simpático ese anecdótico voto cualquiera. Donde menos se piensa, salta la entrada.
Saludos.
By: Alan Rulf on 23/05/2011
at 20:30
A veces pienso que vivo en un relato. Deformación profesional. saludos
By: Concha Huerta on 24/05/2011
at 17:22
Votar esta muy bien, de hecho es un deber que debería de empezar con la solidaridad al próximo. Tu actitud demuestra la ciudadanía bien entendida, la actitud de Josefina la derriba. Muy agudo!
Un abrazo,
By: annefatosme on 24/05/2011
at 17:09
No imaginas el mal caracter de la mujer, casi me pega… Un saludo
By: Concha Huerta on 24/05/2011
at 17:23