4 de septiembre. Círculo verde. Deslizo el palo sobre el borde metálico. El roce se mezcla con el murmullo del atlántico. Zaas, zas, zaas, zas. Olor a tierra húmeda. Músculos en movimiento. Los brazos se balancean con un golpe de caderas. El cuerpo fluye. La precisión del instructor. Palabras que dibujan danzas sobre la hierba. El ritual del juego. Un giro abierto y la bola levanta el vuelo hacia la mañana cubierta.
Medio día. Círculo amarillo. El arroz incrustado de rojo, verde y blanco cuece lentamente sobre la rejilla. Lo cubro con un ramillete de gambas y conchas azuladas. Chop, chop. Olor a azafrán y caldos marinos. La reunión alrededor de la mesa. El porche inundado de flores y risas. Voces que han recorrido cuatro mundos. Ofrendas. Sales y licores de Francia, mouse de maracuyá y cacao de la pampa. Anécdotas. Juegos, recetas y familia. Calidez de voces amigas.
Atardecer. Círculo blanco. Alcanzamos el mar con nuestras cámaras. Gaviotas sobre las olas, espuma en las rocas. Click, click. Una luna henchida y perfecta se alza desde la costa. Su tamaño sobrecoge y absorbe. El alma se eleva hasta los pliegues de su rostro y enciende el cielo abandonado por el sol de septiembre. La madre naturaleza. El mar se viste de plata. La tierra se oscurece y el horizonte se tiñe en tonos cálidos.
Verde, amarillo, blanco. Tres círculos que se abrazan en un día perfecto. Recuerdos de un 4 de septiembre con una sonrisa.
Bahía de Cascais. Foto: M. da Silva
Las onomatopeyas resultan fundamentales para transmitir sensaciones en este caso. Sin ellas,no sería lo mismo.
By: Esther Zorrozua on 08/11/2009
at 19:25
Gracias por tus comentarios expertos. Se ve que dominas el lenguaje. Un saludo
By: Concha Huerta on 08/11/2009
at 20:08