Aeropuertos, retrasos, tráfico, la letanía habitual de las vacaciones. Me dejo caer en una silla de mimbre. La luz de Cascais me hace entornar los ojos bajo el toldo. El estomago se retuerce. Devoro rebanadas de pan y aceitunas. El sabor a mar de la primera gamba me estremece. Los ojos se me empañan. Comida por fin y qué comida.
Food, glorious food. Cien voces cristalinas alzan sus cuencos en la platea abarrotada hace meses. Un niño famélico reclama más sopa. Oliver!, Oliver! El celador indignado le expulsa del hospicio. Monte Mar. Nuestra mesa favorita sobre de costa de Guincho. Carlos sirve salmonetes de roca y calamares rebozados que se deshacen en la boca.
Rescatado por unos rateros, Oliver es conducido al submundo de Londres. Consider yourself at home. Fagin, el viejo truhan que regenta a los pillos, le enseña el oficio. Rowan Atkinson-Mr Bean tiene voz y canta. Su maestría arranca sonrisas y palmas a un público entregado. You have to pick a pocket or two. Humedad, oscuridad, Oliver apresado en su primera salida.
Saciada por fin observo la increíble vista. El océano deshaciendose en espuma sobre la costa. El cielo inmenso limpio de nubes. Un puñado de veleros recortando el horizonte. El jardín rodeando las casas de columnas blancas. Who will buy? Vendedoras ofreciendo miel y flores. Oliver se despereza entre sábanas de lino. Where is love? El hogar arrebatado cuando niño. Carlos nos despide con una sonrisa. Actores y público coreamos al unísono, Consider yourself at home. La brisa nos libera de 40 días de calor intenso. El mar nos envuelve en su manto húmedo.
OLIVER!, de Lionel Bart. Teatro Drury Lane. Londres. Hasta el 26-2-2.011
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