Descubro este domingo un reportaje sobre Esther Duflo, una economista francesa que ha creado un laboratorio para diseñar nuevas estrategias en la lucha contra problemas globales. Cada párrafo que leo quedó más asombrada con la genialidad de esta profesora del MIT de 43 años que decidió de niña que la pobreza era «el único problema interesante sobre el que pensar»
Su trabajo, que le ha valido ya varios premios, entre ellos el Príncipe de Asturias en 2015 en Ciencias Sociales, no se centra en clichés para mejorar la vida de los más desfavorecidos sino en qué acciones tienen más impacto para resolver cada problema. Para ello creó en 2003 el Laboratorio de la Pobreza que hoy cuenta con 136 economistas que investigan y evalúan programas a base de pruebas aleatorias, como si fueran ensayos clínicos.
Si se ofrece 1 kilo de lentejas gratis a las familias, la tasa de vacunaciones se multiplica por 6; enseñar a cuidar una vaca a los que viven en pobreza extrema mejora considerablemente su situación económica al cabo de tres años. “Lo más efectivo y barato para que más niños vayan a la escuela es darles unas pastillas que les quiten los parásitos intestinales”.
Según la OMS 600 millones de niños están infestados con parásitos que les privan de nutrientes y les dejan demasiado cansados para ir a la escuela. El gobierno de la India, siguiendo sus recomendaciones, comenzó el pasado 10 de febrero un programa contra las lombrices nada menos que para 140 millones de niños. “No se trata de conseguir soluciones milagrosas pero si de comprender algunas piezas del puzle”.
Termino de leer el artículo llena de admiración y alegría. Los experimentos de Esther Duflo son quizá una de las mejores iniciativas que he leído en años para ayudar a resolver uno de los problemas endémicos de nuestro mundo. Una magnífica iniciativa que quería compartir con todos vosotros.
Esther Duflo en una conferencia. Equivocarse, volver a probar, acertar. (Algunas veces)
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