UNO. Instrumentos. El Auditorio de Madrid repleto de sillas y atriles. Ciento veintiséis jóvenes en su último concierto juntos, tras la cumbre de Estoril y Lisboa. Melenas engominadas, trajes oscuros y pajaritas, muchachas de negro y rodillas blancas. Violas, violines, clarinetes, oboes y trompetas. Tambores, contrabajos, tubas y arpas. La orquesta Juvenil iberoamericana.
DOS. Ilusión. Los niños recuperados de la calle. El sistema del Príncipe de Asturias Abreu que ha rescatado a 280.000 jóvenes de bandas y drogas. El revulsivo de los que pensaban la música clásica obsoleta y anquilosada en el pasado. Un futuro para los sin futuro. La revolución de la música clásica en Latinoamérica.
TRES. Expectación. Murmullos de los asistentes que abarrotan el auditorio. La colonia venezolana, los amantes de la música, ansiosos por ver en acción a la estrella Dudamel en el Auditorio. Gustavo Dudamel. El director que ha revolucionado la Filarmónica de Los Ángeles con ventiocho años. Responsable de la Orquesta Simón Bolívar y la de Gotteburgo, niño prodigio de Barquisimeto, la capital musical de Venezuela.
CUATRO. Fuerza. Desde el primer acorde de la Margariteña, la pieza seleccionada por Dudamel para abrir el concierto, la música de Carreño estalla y se expande en un sentimiento nuevo. El director abraza los acordes con decisión y entereza grabados en una mente superdotada. Y trasmuta los rostros de los jóvenes intérpretes en una experiencia nueva.
CINCO. Brillo. Dudamel resplandece. Sus movimientos amplios, la suavidad de la batuta que se alarga en ese brazo que no pudo sostener una trompeta, con dedos de violinista. La música de Falla brota de su mente como fuegos de artificio, transformada en un torrente de vitalidad y energía. Las miradas que regala a los solistas y la increíble sonrisa.
SEIS. Genio. Los rasgos de Berstein y Karajan redefinidos en un espíritu liberado por la música. El niño que jugaba con orquestas de legos, el alumno aventajado del método inventado por José Antonio Abreu en la Venezuela de hace treinta años. “Señora casos como el de su nieto surgen uno cada 100 años” (Simon Rattle). Dudamel. El joven director que cede a la orquesta todos sus aplausos.
SIETE. Luz. Desde que Dudamel pisa el escenario el auditorio se enciende con esa vocación sincera de devolverle a la música lo que la música le ofreció desde niño. La ilusión de transformar el mundo con una batuta. De continuar la obra de su mentor más allá de sus fronteras. Una vocación recogida por nuevos testigos.
OCHO. Vida. Dudamel transforma la quinta de Tchaikovski con el entusiasmo de decenas de corazones impregnados de música. Termina el concierto y la sala se alza en una tromba de aplausos y vítores. El reconocimiento al genio, la originalidad y la pasión por los clásicos.
MAMBO!. Tres Vises. Dudamel desmelena su orquesta con el Mambo de Berstein entre giros de contrabajos, bailes de trompetas y violines. Los jóvenes intérpretes se levantan y danzan al ritmo que nace de su tierra y contagia el cuerpo de salsa. El Auditorio de Madrid transformado en sala de baile. Nadie abandona la sala hasta la madrugada.
Orquesta Juvenil Iberoamericana. Dirigida por Gustavo Dudamel. Auditorio de Madrid. Próximo concierto con la Orquesta Filarmónica de Los Angeles, el 23 de enero de 2.011.
Viva la música!! Viva Dudamel!!
Quien no se contagie de una piezabien ejecutada no está vivo.
Gracias por mantenernos informados.
By: Carl on 07/12/2009
at 4:14
Gracias a ti por tu comentario.
By: Concha Huerta on 07/12/2009
at 11:27
Dudamel ha cambiado mi forma de entender la música clásica hoy en día
By: Pablo Álvarez Fernández on 08/12/2009
at 17:46
Es uno de sus «milagros».
By: Concha Huerta on 08/12/2009
at 19:47
Que fantastica tu descripcion! me hubiera encantado ver tal espectaculo!
Rox
By: RAB on 08/12/2009
at 19:58
Y diez… bingo para Concha! Un planteamiento rebosante de originalidad para describir un concierto. Vibrante.
By: annefatosme on 09/12/2009
at 20:09
Es que no imaginas el concierto. Todavia siento la alegria de estos chicos.
By: Concha Huerta on 09/12/2009
at 20:26