Posteado por: Concha Huerta | 07/09/2016

En Bath

Llegamos a Bath entre lluvias. Desde que salimos de Paddington, el cielo se fue cubriendo de nubes altas que envuelven el valle entre los Mendips donde se alza esta bella ciudad balneario del suroeste de Inglaterra. Patrimonio de la Humanidad desde 1987, nuestro destino este fin de semana. De cuando en cuando el sol ilumina las fachadas georgianas esculpidas en la piedra crema autóctona de Bath, que se yerguen orgullosas entre el río Avon y las vías del tren.

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Atravesamos el jardín del hotel y bajamos la colina hacia el centro histórico, cruzando el parque Sydney cubierto de hierba fresca, con un verde increíble, entre troncos centenarios de cipreses y castaños. En las esquinas, grupos de cannas coronan composiciones de margaritas y begonias, con sus azafranes y fucsias, que compiten con las rosas en las decoraciones de la villa.

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Cruzamos Great Pulteney Street, con sus fachadas idénticas y portales enmarcados cancelas de las que pende una lámpara, que románticos, llegamos al puente de Pulteney, construido entre 1770 y 1774, siguiendo las líneas del Ponte Vecchio de Florencia, y uno de los cuatro únicos en el mundo con tiendas a los lados.

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Al otro lado nos espera el centro histórico, la Abadía de San Pedro y las termas romanas, lugar de peregrinación desde hace 2000 años. De Aquae Sulis, levantada por los romanos alrededor de las termas, apenas quedan los mosaicos y esculturas de los grandes baños y el templo de Minerva, uno de los dos únicos templos romanos que se conservan en Inglaterra.

En el exterior, la Abadía de San Pedro, levantada sobre una construcción renacentista que a su vez se erigió sobre la original medieval donde fue coronado el primer rey de Inglaterra. Lugar de culto de la Iglesia Anglicana, llaman la atención las hermosas vidrieras que la inundan de luz taimada y las decoraciones en abanico del techo victoriano que reemplazó al de 1700.

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Siguiendo Bath Street, llegamos a una construcción de cristal, que sobresale en entre las fachadas georgianas, que acoge las termas actuales, en funcionamiento desde el 2006 donde aprovechar los beneficios de estas aguas que manan naturalmente a 46 grados. En la azotea una impresionante piscina abierta desde la que se puede disfrutar una vista incomparable del cielo de Bath.

Continuamos el paseo por The Circus, la primera calle circular de Inglaterra con sus columnas dóricas hasta el Royal Crescent, construcción única que corona el parque Victoria. Joya de la arquitectura georgiana, está formada por 30 casas en círculo entre columnas jónicas. Entre sus puertas blancas nos parece entrever a Emma o Mr Darcy, imaginados por Jane Austen, que tantas veces recorrió estas calles hace ya 200 años. La casa museo en el 40 de Gay Street muestra su huella.

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Una parada en Clayton’s Kitchen para reponer fuerzas. La frescura y el sabor de entrante de cangrejo que compartimos y el risotto de pollo y la impresionante lubina que me presentan en una bandeja alargada nos sorprenden. Calidad, cocina de mercado y presentación sobresaliente. El mus de chocolate caramelizado que pedimos de postre, una delicia. La mejor mesa para terminar un día inolvidable en Bath.

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Lubina con verduras. Clayton’s Kitchen. Fotos: C. Huerta.


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