Kilómetros de arena blanca. El océano se deshace en líneas de ondas que se precipitan sobre los corales y transforman el verde esmeralda en nubes de espuma. El aire huele a salmuera. La brisa pura y limpia transforma el aire en oro transparente. La piel hambrienta de humedad se vuelve tersa, adquiera una tonalidad dorada y se con confunde con la arena. El murmullo ondulado del océano recuerda los ritmos del ukelele hawaiano.
Nuestras pisadas se marcan la arena virgen espantando a decenas de cangrejos transparentes que se refugian en pequeños orificios. Peces de colores saltan en los vados inundados de agua. En la playa hay corales, cáscaras de coco, semillas y huevos de las tortugas centenarias que alcanzaron la costa. En el borde una selva densa y profunda. Las lianas reptan por la arena alargando sus raíces en una tierra que la marea arrebata cada ocaso. Ni rastro de hombres o máquinas.
El paisaje nos envuelve en un sueño que cambia cada segundo. El cielo ovalado y brillante se viste de formas caprichosas, descarga una lluvia templada y nos libera de sal y del calor de la mañana. Después reaparece el añil brillante que refleja rayos de un sol poderoso sobre Kai, el océano hawaiano, cuya sabiduría domina el ciclo de la vida en la isla.
Un pájaro de cuerpo delicado y cabeza encarnada sorprende con un canto semejante al jilguero pero más vivo. Agua, cielo, mar, brisa. El alma se reconcilia con la naturaleza y olvida heridas, temores y penas. Aquí, ahora, tumbada sobre la arena me doy cuenta de que ésta es la verdadera llamada de un cuerpo agotado y sediento de calma.
Foto: M. da Silva
Turtle Bay. Noth Shore. Oahu. Hawaii
Concha, me encanta tu blog, el texto es estupendo, te transporta a donde tu quieres y las fotos ni te cuento. SIGUE ESCRIBIENDO: tus fans esperamos ansiosas ; bss; lola
By: lolafernandez gallar on 15/11/2009
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