UN SALUDO.
Amanece una ciudad naranja. Entre las acacias pedazos de luna brillante. El halo de una farola olvidada dibuja sombras en las ramas que cubren la calzada. Las hojas se ondulan con la brisa que saluda la mañana. La misma brisa que acaricia los cristales de tu ventana. Un viento promesa de lluvia roza mi cuerpo.
Tras el balcón un cuadro único que se desvanece con la mañana. Una esfera blanca de trazo infantil estampada de hojas tiernas. Las ramas gruesas de una acacia se abren sobre la calle transitada de sonidos vespertinos. Un enjambre de golondrinas aleja la noche con sus trinos. El cielo y las ramas se reflejan en cristales y cubiertas metálicas de autos entre líneas azuladas. Luna, ramas, cielo. Mi mente viajera, la fuerza de tus brazos, el lugar donde se encuentran nuestras almas.
Abro la ventana. Los brotes desbordados de agua y fuego serpentean por las fachadas salpicándolas de texturas tropicales. El viento agita las ramas e inunda la estancia con promesas de vida. La luz se abre paso entre hojas y trinos tiñendo de menta el acero, el cristal y las maderas hasta fundirse en la laca brillante del piano. Trazos en ocres, azules y tierra, enmarcados en plata, vigilan frente a la ventana el paso a la mañana. Un poco más de verde, un poco menos de ciudad.
Uno de julio, un nuevo mes, un nuevo proyecto. Arte, viajes, música. Estremecimiento. Me he despertado con el sabor de tus palabras en mis labios. Savia tierna que refresca mi cuerpo y se expande hacia el infinito. Déjame que te acerque las imágenes de mundos paralelos a través de mi ventana. Un espacio de experiencias y miradas donde compartir nuestros sueños.
Foto: Foto Madrid
Deja una respuesta