Nos acercamos a la Tate Modern a ver la exposición de Alexander Calder, 100 piezas únicas que muestran el recorrido del artista que termino con la solidez del bronce, madera y piedra, utilizadas en la escultura hasta finales del XIX.
Tras estudiar ingeniería, Alexander Calder (1898, Pensilvania -1976, Nueva York) va a París a formarse y allí alcanza la fama en los años 30 con sus esculturas de alambre. Calder retuerce el alambre y monta caballos al galope, equilibristas, elefantes. Y los retratos de sus amigos Joan Miró, Josephine Baker o Fernand Léger.
Pero será una visita a Mondrian la que cambie su obra y su vida. «Sería interesante que todos estos elementos geométricos y abstractos se movieran», se atreve a comentarle al holandés. Y comienza a trabajar en sus famosas esculturas cinéticas. Obras que se mueven al antojo del aire y son irrepetibles, nunca las verás dos veces en el mismo sitio.
«Lo que yo hago es dibujar en el espacio…».
En el estudio instalado en la vieja granja de Roxbury, en Connecticut, Calder evoluciona desde la geometría inicial a formas más orgánicas como Vertical Foliage o Snow Flurry, que sugiere una nevada en el bosque. Con el tiempo, el artista da una nueva dimensión sonora a sus obras con los Gongs rojos (1955) o Maestro de Orquesta (1966).
En la última sala, la famosa Viuda Negra que Calder donó al Instituto de Arquitectos en Sao Paulo, metáfora visual del nuevo orden social que emergió en la segunda mitad del siglo XX.A. Calder Constellation. 1943
Alexander Calder. Retrato de Fernand Leger, 1931.
Alexander Calder: Performing Sculpture. Tate Modern: Hasta el 3 de abril de 2016.
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