Me despierto entre murmullos marinos de travesías trasatlánticas, entre sirenas de niebla. Me arrastro a la cocina y preparo un té caliente en el que mojo un resto del roscón del sábado. Me cuesta tragar las pasas resecas, vestigios de agua de azahar y nogales. Se me cierran los párpados. Me echo un momento sobre la cama deshecha. Entre las sábanas encuentro las páginas de Joyce que me acompañan desde Año Nuevo.
Lily, la hija del encargado, tenía literalmente los pies muertos. No había todavía acabado de hacer pasar a un invitado al cuarto de desahogo… para ayudarlo a quitarse el abrigo, cuando de nuevo sonaba la quejumbrosa campana de la puerta y tenía que echar a correr por el zaguán vacío para dejar entrar a otro.
Salgo a la calle con el paso lento y la cabeza presa. Una nube inmensa se precipita sobre la calzada impregnado la mañana de aromas de puerto. La villa permanece congelada en la niebla. Pocos coches, ningún paseante. En la antigua rua Direita una fachada se desmorona ajena a escaparates y comercios. Se acerca la hora del almuerzo. Tengo que comprar pan y carne, mi dieta desde el verano. Qué ironía no poder probar el pescado tan fresco de este puerto. Al menos por unos meses.
Al fondo del callejón había una casa de dos pisos deshabitada y separada de sus vecinas por un terreno cuadrado. Las otras casas de la calle, conscientes de las familias decentes que vivían en ellas, se miraban unas a otras con imperturbables caras pardas. (James Joyce. Dublineses)
Los pasos me conducen a la playa. Una masa gris tiñe mar y el cielo engullendo arenas y espuma. Observo el vuelo de una gaviota que recorta sus alas blancas sobre el cielo. Sobre la costa de Estoril el cielo esta aun más negro, hinchado de penas de quienes perdieron a un hermano o un marido. En la baranda una cruz de piedra, memoria de un antiguo naufragio. Me pregunto cómo es que nunca leí su epitafio. Será que hoy es tres de enero, el día más triste del año. El tañido de una campana envuelve mis lágrimas en las sirenas ahogadas del faro de Santa Marta.
Dublineses. De James Joyce. Traducción: Guillermo Cabrera Infante. ED: Lumen. Barcelona 2008. 205 págs.
¡Qué bonito texto, Concha! A mí, a diferencia de la mayoría de la gente, me encanta la niebla. Es mágica y misteriosa. En ese sentido soy afortunada porque la mía es la ciudad de las nieblas. Hemos llegado a estar tres meses seguidos sin ver el sol a causa de ella, aunque no estuviera nublado. En la parte que yo vivo, por la proximidad del Duero, se acentúa más.
Disfruta de tu estancia.
P.D.: Leí hace muchos años Los Dublineses; recuerdo todavía la atmósfera.
By: zambullida on 04/01/2011
at 15:27
Me alegra que te guste la niebla. A mi me deja un poco baja de espíritu. prefiero los cielos despejados. Un saludo
By: Concha Huerta on 04/01/2011
at 19:26
Recreas muy bien el ambiente de Joyce en Dublineses, la tristeza, la opresión, el derrumbamiento. Me ha gustado mucho Concha.
un abrazo,
By: annefatosme on 04/01/2011
at 22:07
Me gusta comenzar el año de la mano de mis autores favoritos. El año pasado fue Camus, este Joyce. Un saludo
By: Concha Huerta on 05/01/2011
at 15:14
LO bueno de haber pasado el día más triste del año es que los que le sucederán ya no lo serán. ¿Se puede donar alegría como se hace con la sangre? te mando una bolsa llena. Y un abrazo
By: Juanjo Fernández on 05/01/2011
at 12:04
Que simpático de tu parte donarme una bolsa de tu parte. Solo de pensarlo se me dibuja una sonrisa. Muchas gracias Juanjo.
By: Concha Huerta on 05/01/2011
at 15:15
Me duele la tristeza de tu relato. Será que la niebla nos precipita de bruces en esos estados de melancolía. Recojo, con todo respeto, tu frase del día más triste del año. Tal vez la veas por ahi, pronunciada por la boca de alguno de aquellos que pueblan mis sueños.
Un abrazo apretado desde la tierra de los lagos y volcanes.
By: chrieseli on 05/01/2011
at 13:11
La tristeza es un requisito indispensable de la alegria. Desde ese punto de vista creo que conviene abandonarse a ella de vez en cuando para recabar fuerzas y descubrir la alegria de un nuevo día.
By: Concha Huerta on 05/01/2011
at 15:16
Los opuestos se contienen. Tristeza y alegría. Niebla y cielos despejados. Me gusta eso de recabar fuerzas en la tristeza (o en la alegría) para estar listos para ver la otra cara de la moneda. Gracias por tu texto y la foto. Muy bonitos ambos.
By: blopas on 05/01/2011
at 17:29
Gracias a ti por tu comentario. Me alegro mucho que te gustaran el texto y las fotos. Un saludo
By: Concha Huerta on 05/01/2011
at 23:41
Es un relato que a la niebla le acompaña, la tristeza. sobrecoge tu prosa con sus intimas y al mismo tiempo impetuosas descripciones. hermoso paisaje que impresiona un Abrazo Rub
By: rubengarcia on 07/01/2011
at 6:18
La naturaleza en esta parte de la costa impresiona y hace que los sentimientos, como bien indicas, afloren. Un saludo
By: Concha Huerta on 07/01/2011
at 10:55
Estupenda mezcla. Hasta en la tristeza encuentra uno belleza.
Salut
By: micromios on 08/01/2011
at 8:57
Yo creo que la belleza es universal que solo cuesta encontrarla cuando uno no sabe verla. un saludo
By: Concha Huerta on 08/01/2011
at 21:32
Es un texto excelente, Concha. Plasma a la perfección y con mucha poesía la melancolía que inspira la niebla.
Besos
By: Carmen Santos on 19/01/2011
at 17:11
Me alegro que te haya gustado. Un saludo y gracias por pasarte.
By: Concha Huerta on 19/01/2011
at 21:10